jueves, 20 de enero de 2011

Alemania, España y la crisis

Soy un fiel lector de la columna de Paul Krugman en el New York Times y de su blog. El País va publicando algunos de sus artículos. Me parece que su lectura de la crisis y de las posibles respuestas es más razonable que la de otros comentaristas, aunque está claro que no es la que está más de moda.

Yo no soy economista ni adivino, pero tampoco soy ciego. Cuando la crisis empezó a llegar a los bancos y los estados europeos, pensé que Alemania tendría que pagar una parte de la factura. Su economía ha sufrido menos y su deuda no le plantea problemas, pero sus socios están en una situación muy mala.

Desde un principio ha estado claro que los bancos alemanes, entre otros, habían prestado dinero a deudores poco solventes, como Grecia o los bancos irlandeses. Normalmente, eso supone que va a haber problemas para recuperar el préstamo. Hasta ahora, Alemania ha conseguido sortear la insolvencia de sus deudores, sin duda con ayuda de otros acreedores de los que no se habla tanto, pero no es seguro que vaya a tener tanto éxito indefinidamente.

Un artículo de Krugman (NYTimes; El País) examina cómo la Unión Europea puede enfrentarse a la crisis actual. Básicamente, ve cuatro posibilidades para los países en situación más delicada (Grecia, Irlanda, Portugal, España): abandonar el euro, reestructurar la deuda (es decir, dejar de pagar una parte), entrar en deflación (sobre todo, reducir los salarios y los precios de exportación) y obtener ayuda de los demás miembros. Su análisis ayuda mucho a entender qué está pasando en Europa.

Me gustaría poder estar en las negociaciones del Ecofin; me parece que deben ser un espectáculo apasionante. Desgraciadamente, no puedo conocer los detalles de lo que dice cada ministro, pero creo que sí puedo hacer algunas conjeturas bastante plausibles.

Alemania, como cualquier negociador, quiere conseguir unas cosas y evitar otras. De momento, está muy claro que no quiere ayudar a los demás miembros y, de rebote, les está imponiendo la deflación como única alternativa. Sin embargo, la postura alemana tiene dos límites muy claros: la reestructuración y la ruptura del euro.

Parece que existe un riesgo muy alto de que Grecia o Irlanda no puedan pagar sus deudas. Las ayudas que han recibido hasta ahora son más bien pequeñas, porque se han limitado a abaratar un poco los intereses (subvencionando la prima de riesgo) y poca cosa más. El resto de la solución de sus problemas tiene que pasar por la deflación. Krugman lleva ya tiempo señalando que la deflación puede agravar los problemas fiscales, es decir, aumentar la deuda y hacerla todavía más difícil de pagar.

Y aquí llega el verdadero drama para los negociadores alemanes. Si Grecia o Irlanda no pueden pagar, Alemania tendrá que elegir entre asumir una parte de su deuda, dejar que reestructuren su deuda (con lo que Alemania también acabará asumiendo parte de la deuda, porque no se pagará toda) o dejar que esos países abandonen el euro (ocasión que seguramente aprovecharían para reestructurar igualmente su deuda).

Las consecuencias de reestructurar la deuda o de salir del euro pueden ser terribles para los países afectados, pero también pueden serlo para los acreedores. Los bancos alemanes (y de otros países) tendrían que asumir como pérdidas la parte de la deuda que quedara sin pagar. Al mismo tiempo, otros países en situaciones menos graves podrían verse arrastrados a adoptar las mismas medidas, agravando mucho la situación para Alemania.

Entonces, ¿qué está haciendo Alemania? Yo creo que está ganando tiempo. Por una parte, ha anunciado que su PIB está volviendo a crecer, cosa que la situará en mejores condiciones de afrontar las ayudas a otros países de la Unión. Por otra parte, las medidas de austeridad que está imponiendo pueden ir acotando el problema. Es posible que España (y otros países en riesgo, como Italia o Bélgica) vaya alejándose del riesgo de insolvencia, reduciendo el coste del rescate. Pero, en último término, yo creo que en Berlín saben que acabarán teniendo que pagar una parte de la crisis.

En los países más expuestos a la crisis, como España, las medidas de austeridad y la deflación significan que van a continuar deprimidos durante años, y puede que muchos años. Los salarios continuarán estancados o descenderán, el consumo interno seguirá deprimido y los ingresos fiscales no permitirán invertir ni dar prestaciones. Nada de todo esto impedirá que continúe el proceso de deslocalización. El paro continuará en niveles extraordinariamente altos. Puesta al lado de países socios que estén creciendo, esta situación provocará problemas. No tienen porqué llegar al nivel de Túnez, pero habrá tensión e inestabilidad.

La Unión Europea no puede sobrevivir sin mecanismos de solidaridad; los intereses de los países ricos y los menos ricos no pueden divergir indefinidamente sin que se diluya el interés común. En definitiva, por un cauce u otro, los países más ricos tendrán que hacerse cargo de una parte de la factura. Alemania está intentando retrasar y reducir ese coste, pero antes o después se verá en la necesidad de asumirlo.